PAN
Y CINE
No
se puede vivir sin comida, claro. ¿Y sin fábulas? Quizá tampoco. Los periódicos
llevan hablando con auténtica alarma de la huelga de guionistas que comenzó el
lunes pasado en EE UU. Se refieren a ella como si fuera a provocar la falta de
un producto esencial para la vida cotidiana. Algunos, para explicar su
magnitud, recuerdan la de 1988, que duró 22 semanas y costó a la industria
norteamericana 350 millones de euros. La actual podría duplicar esa cifra. Pero
los números siempre esconden, o disimulan, un pánico moral. ¿Qué ocurriría si
esa panda de locos -los guionistas- se pasaran un año sin inventar historias?
¿En qué nos afectaría a usted y a mí? ¿Será verdad que esta gente, al urdir los
argumentos de las series de televisión, escribe también, sin que seamos conscientes
de ello, el argumento de nuestra vida?
¿Es
imaginable un mundo sin ficción? Definitivamente, no. Somos tan hijos de la carne
y de la sangre como de las caperucitas rojas, de las blancanieves, de las
madrastras, de los pulgarcitos, de los gatos con botas, pero también de las
madames bovarys y de las anas ozores y de los raskolnikofs y de los batlebys,
por no hablar de los soprano y de los fraziers, de los seinfelds, o de los
doctores houses. Desde que el mundo es mundo, mientras unos amasan el pan que
comemos por la mañana, otros urden las historias que devoramos por la noche.
Estamos hechos de pan y de novelas. El problema no son, pues, los millones de
euros que podría perder la industria, sino las disfunciones que en el cuerpo social
provocaría un desplome brusco de la ficción. Imaginen un mundo sin cine, sin
novelas, sin cómics, si series de televisión, sin culebrones; sólo realidad a
palo seco, o sucedáneos de las fábulas como los que nos sirven los políticos.
Ese señor tan raro que se acuesta cuando usted se levanta es guionista. Un
respeto.
Juan José Millás, El País, 9 de noviembre
de 2007
Pincha aquí para poder imprimir el texto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario